La transición hacia el uso de la inteligencia artificial requerirá mejores redes de protección social, una mayor inversión en educación y sistemas tributarios que apoyen a los trabajadores y atenúen las desigualdades
Las nuevas tecnologías con inteligencia artificial (IA) generativa poseen un increíble potencial para aumentar la productividad y mejorar la prestación de servicios públicos, pero la mera velocidad y la escala de la transformación también suscitan preocupación en cuanto a la pérdida de puestos de trabajo y el aumento de las desigualdades. Habida cuenta de la incertidumbre en torno al futuro de la IA, los gobiernos deberían adoptar un enfoque ágil que los prepare para escenarios altamente disruptivos.
Un nuevo documento de análisis del FMI argumenta que la política fiscal desempeña un papel fundamental para lograr una distribución más igualitaria de los beneficios y las oportunidades de la IA generativa. Para ello, será necesario mejorar considerablemente los sistemas tributarios y de protección social de todo el mundo.
Ante la irrupción de los profundos cambios tecnológicos que trae consigo la IA, ¿cómo deberían modernizarse las políticas de protección social? Por más que, en el futuro, la IA podría dar lugar a un aumento del empleo y los sueldos en términos generales, también podría dejar sin trabajo a amplios sectores de la fuerza laboral durante más tiempo y causar así una transición dolorosa.
Las lecciones aprendidas en olas anteriores de automatización y los modelos del FMI sugieren que unos seguros de desempleo más generosos podrían amortiguar el impacto negativo de la IA en los trabajadores, pues permitirían a los que se vean desplazados tomarse el tiempo de encontrar nuevas ocupaciones que se ajusten mejor a sus habilidades. La mayoría de los países cuentan con un margen considerable para ampliar la cobertura y la generosidad del seguro de desempleo, mejorar la portabilidad de las prestaciones y considerar distintas formas de seguros salariales.
Al mismo tiempo, la capacitación centrada en sectores concretos, así como los programas de aprendizaje, perfeccionamiento profesional y reconversión laboral podrían desempeñar un papel más importante en la preparación de los trabajadores para los puestos laborales de la era de la IA. Serán necesarios programas integrales de asistencia social para los trabajadores que se enfrenten al desempleo a largo plazo, así como para encarar situaciones de baja demanda laboral local debido a la automatización o el cierre de plantas industriales.
Indudablemente, habrá diferencias notables en la forma en que la IA incidirá en los distintos mercados emergentes y economías en desarrollo, y por tanto en cómo deberían responder las autoridades. Los trabajadores de esos países están menos expuestos a la IA, pero también menos amparados por programas formales de protección social como el seguro de desempleo, porque el sector informal es mucho más importante en términos relativos. Los enfoques innovadores que aprovechen las tecnologías digitales pueden facilitar una cobertura ampliada de los programas de asistencia social en estos países.
¿Debería gravarse la IA para mitigar las perturbaciones que se produzcan en el mercado laboral y pagar sus efectos sobre los trabajadores? Ante tales preocupaciones, hay quienes recomiendan que se cree un impuesto a los robots precisamente para desincentivar que las empresas sustituyan a los trabajadores por robots.
Sin embargo, un impuesto a la IA no es aconsejable. Su chatbot o copiloto con IA no es capaz de pagar impuestos. Solo las personas pueden. En cambio, un impuesto específico sobre la IA podría reducir la velocidad de la inversión y la innovación, frenando los avances en productividad. Además resultaría complicado ponerlo en práctica y, mal aplicado, sería más perjudicial que beneficioso.
Entonces, ¿qué puede hacerse para equilibrar la política tributaria en la era de la IA? En décadas recientes, algunas economías avanzadas, en un intento por impulsar la innovación, han incrementado las exenciones fiscales del impuesto de sociedades para el gasto en software y hardware informático. No obstante, estos incentivos también tienden a animar a las empresas a automatizar procesos en sustitución de los trabajadores. Deberían reconsiderarse los sistemas tributarios del impuesto de sociedades que, de modo ineficiente, favorecen el rápido desplazamiento de los puestos de trabajo, dado el riesgo de que magnifiquen los desplazamientos provocados por la IA.
En muchos mercados emergentes y países en desarrollo, los sistemas tributarios del impuesto de sociedades suelen desalentar la automatización. Esto podría en sí mismo provocar distorsiones e incluso impedir las inversiones que permitirían a esos países recuperar la distancia que los separa de la nueva economía mundial de la IA.
¿Cómo deberían los gobiernos diseñar la tributación redistributiva para compensar las crecientes desigualdades resultantes de la IA? La IA generativa, como otros tipos de innovación, puede resultar en una mayor desigualdad de ingresos y más concentración de la riqueza. Por ello, los impuestos sobre la renta del capital deberían reforzarse para proteger la base tributaria ante un mayor deterioro de la participación de la fuerza laboral en el ingreso, y para compensar la creciente desigualdad en el reparto de la riqueza. Esto es fundamental, ya que una mayor inversión en educación y más gasto social para ampliar el alcance de los beneficios de la IA requerirán más ingresos públicos.
Desde la década de 1980, la carga impositiva sobre la renta del capital ha ido descendiendo gradualmente en las economías avanzadas, al tiempo que la presión tributaria sobre la renta del trabajo ha ido en aumento.
Reforzar el impuesto de sociedades podría resultar útil para revertir esta tendencia. El impuesto mínimo mundial acordado por más de 140 países, que establece la tasa mínima efectiva del impuesto en 15% para las multinacionales, ya es un paso en la dirección correcta. Otras medidas útiles podrían ser un impuesto suplementario que gravase el exceso de beneficios, impuestos más altos sobre la renta del capital y reforzar la vigilancia del cumplimiento.
Los últimos avances de la IA representan los frutos de años de inversión en investigación básica, incluida la realizada a través de programas financiados con fondos públicos. De manera similar, las decisiones que tomen las autoridades ahora darán forma a la evolución de la IA en las próximas décadas. La prioridad debería ser garantizar que las aplicaciones de la tecnología, en términos generales, beneficien a la sociedad, de modo que se aproveche la IA para mejorar los resultados en sectores como la educación, la salud y los servicios públicos. Además, en vista del alcance global de esta potente nueva tecnología, será más importante que nunca que los países colaboren entre sí.
—Fernanda Brollo, Daniel Garcia-Macia, Tibor Hanappi, Li Liu y Anh Dinh Minh Nguyen han contribuido al documento de análisis del personal técnico en el que se basa este blog.