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Una oportunidad con brillo plateado

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En América Latina y el Caribe, ya está ocurriendo un cambio demográfico radical debido al aumento de la proporción de personas en edad avanzada. La región, que en su día se caracterizó por una población predominantemente joven, es ahora la que envejece más rápido en el mundo.

Esta tendencia demográfica sin precedentes está transformando el panorama económico de la región y generando nuevas oportunidades de negocio dentro de la economía plateada.

Uno de los sectores más impactados por este cambio es el de los servicios financieros, que incluye productos de ahorro, crédito, seguros y pensiones, entre otros. La población plateada está asumiendo un rol más activo como agente económico, emprendedor y consumidor con necesidades financieras particulares. Para las EIF atender a este segmento puede generar fidelidad a largo plazo, reducir riesgos en las carteras —la población plateada suele ser más responsable financieramente— y estimular la innovación de productos.

El impacto económico global de la Economía Plateada es innegable: según la Asociación Americana de Personas Jubiladas (AARP, por sus siglas en inglés), en 2022 este segmento representó aproximadamente el 34% del PIB mundial (US$45 billones).

A pesar de estadísticas tan contundentes, las instituciones financieras de América Latina y el Caribe aún no han logrado capitalizar plenamente esta creciente oportunidad. Los prejuicios relacionados con la edad, la escasez de datos y la falta de productos financieros adaptados han impedido que las EIF respondan adecuadamente a las necesidades de este segmento.

La oportunidad es clara: las personas mayores requieren soluciones personalizadas que incluyan planes de ahorro a largo plazo, inversiones relacionadas con la jubilación, financiamiento para salud y productos de crédito alineados con sus objetivos financieros.
Abordar estas deficiencias representa no solo una oportunidad de negocio, sino también una vía para promover la inclusión financiera de la población de mayor edad, que muchas veces se enfrenta a barreras como baja alfabetización digital, acceso limitado a los teléfonos inteligentes y prácticas crediticias sesgadas. Superar estos desafíos permitiría a las instituciones financieras conectar con una base de clientes resiliente y desatendida.

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